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Y fue un domingo de tarde soleada, tan escasas en otoño. Y allí, en la calle Mendoza de barrio Carabaza, en San Miguel, niños y niñas, pibes y pibas, se fueron acercando a la casa de Martita Arroyo, vecina de aquellas cuyo rasgo distintivo es la solidaridad, siempre dispuesta a organizar cualquier actividad colectiva que le sirva al barrio.
Globos, mesas tendidas con juguetes donados por Carlos Luján, alfajores, bizcochuelos cocinados por las manos de alguna otra vecina, gaseosas. Una animadora que organizó música mediante diversos y antiguos juegos, como la silla o el de las estatuas, pero que igual provocan participación, risas, alegría infantil.
Y llegó Juanjo Castro, candidato a intendente por Unión por la Patria, solito, caminando por la vereda, los vecinos que lo reconocieron se acercaron a saludarlo, se sumó como uno más al aplauso a los ganadores de los juegos, hasta que Marta Arroyo lo invitó a acompañarla a repartir los juguetes.
Alguien consultó si Castro iba a hablar, a lo que se negó, “es la fiesta para los chicos”, dijo, agregando “no mezclemos”. Es que desde el peronismo de la gente, ese peronismo bien de barrio, siempre se festeja a los niños, haya o no elecciones, y eso no se negocia, tampoco lo negocia Juanjo Castro.
Tal vez estas cosas sean las mejores que se pueden hacer, porque hacer feliz a cualquier niño, y más aún cuando lo necesite, es una acción extraordinaria.
Por eso recordamos a Saint Exupery, cuando en El Principito nos decía “Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan”.
PEDRO BIRRO – Periodista regional conurbano
